domingo, 15 de abril de 2012

Los indios Huicholes



El acto de parir, ya se trate de un hijo, una idea o una obra de arte, va siempre acompañado de dolor. Los indios huicholes piensan que la pareja de la mujer debe compartir el dolor y el placer de dar a luz: por eso, mientras ella está de parto, el marido se sienta en las vigas situadas sobre su cabeza con una cuerda atada a los testículos. Cada vez que tiene una contracción, la parturienta tira de la cuerda. Al final, el marido siente tanta alegría por el nacimiento del niño como la mujer ¡O incluso más! Esta costumbre de compartir los dolores del parto, en la que el hombre mantiene una actitud simpática de empollamiento ante la llegada del hijo, está extendida entre muchos nativos.


A. GELTY, La diosa. Madre de la naturaleza viviente, Madrid, 1996, p. 68 









(Pintura sobre madera huichol, contemporánea, California, Estados Unidos.)”













lunes, 2 de abril de 2012

El cura y la monja

Cierta vez, un cura y una monja regresaban de una aldea hacia el convento.

Al caer la noche, vieron una cabaña en medio del camino y decidieron
entrar para pernoctar y proseguir el viaje al siguiente día.

Al entrar a la cabaña, vieron que había una cama, apenas de pareja, y
varias mantas en un armario.

El padre y la monja entraron y después de algunos segundos de
silencio, el padre dice:

- Hermana, usted puede dormir en la cama y yo duermo en el suelo.

Y así hicieron. Mientras tanto, en medio de la noche la hermana
despertó al padre:

- Padre... ¿Está despierto?

El padre medio dormido:

- Sí, sí.... Ahhhh, hermana, diga ¿qué quiere?

- Es que... tengo frío. ¿Puede traerme una manta?

- Sí hermana, como no.

El padre se levantó, fue a buscar una manta al armario y tapó con ella
a la hermana con mucha ternura.

Una hora después, la hermana despierta al padre nuevamente:

- Padre... ¿Todavía está despierto?

- ¿Qué pasa hermana? ¿Qué le sucede ahora?

- Es que aún tengo frío. Puede darme otra manta?

- Claro que sí hermana.

Una vez más el padre se levantó lleno de amor y buena voluntad para
atender el pedido de la hermana.

Otra hora pasó, y una vez más, la hermana llamó al padre:

- Padre... ¿Sigue despierto?

- Sí hermana.... ¿Qué necesita ahora?

- Es que no puedo dormir. Sigo con mucho frío!!!!

Finalmente, entendiendo las intenciones de la hermana, el cura le dice:

- Hermana, estamos aquí los dos solos, ¿cierto?

- Cierto, contesta la monjita.

- Lo que ocurre aquí, y lo que deba de ocurrir, sólo nosotros dos lo
sabremos y nadie mas, ¿cierto?

- Cierto.

- Entonces le hago una sugerencia... ¿Qué tal si fingimos ser marido y mujer...?

La hermana entonces se llenó de alegría y exclamó:

- ¡¡¡¡SÍ, sí!!!!, ¡¡¡¡Eso, eso!!!!

En ese momento el cura cambia el tono de su voz y le grita:

- ¡¡ENTONCES, DEJA MOLESTAR COMO UNA MOSCA COJONERA Y TE LEVANTAS TÚ A BUSCAR
LA MANTA !!


Nota: SI PENSASTE QUE ESTA HISTORIA IBA A TENER UN FINAL ERÓTICO-SEXUAL...

¡¡REZA CIEN AVEMARÍAS Y DOSCIENTOS PADRENUESTROS POR TUS MALOS PENSAMIENTOS!!...

El origen de gilipollas

En Madrid hay una calle llamada de Gil Imón, haciendo de travesaño entre el Paseo Imperial y la Ronda de Segovia, para más señas. Es una calle dedicada al que fue alcalde de la capital, D. Gil Imón, en los tiempos en que el duque de Osuna organizaba sus célebres bailes, a los que acudía la alta sociedad, para poner en el escaparate familiar a jovencitas de la buena cuna, como oferta casadera. A las damitas de entonces se les aplicaba el apelativo de "pollas", que en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) llevan, como acepción, figurada y familiarmente, el significado de jovencitas, algo que hoy prácticamente se ignora. La polla de entonces no tenía nada que ver con el significado de morbosas connotaciones por el que ha sido sustituido ahora.

El tal Don Gil era un personaje de relieve (la prueba está en que tiene dedicada una calle) y su nombre aparecía frecuentemente en los ecos de sociedad de las revistas del corazón de la época. El hombre se sentía obligado a responsabilizarse de sus deberes familiares, como buen padre. Tenía dos hijas en edad de merecer, feúchas, sin gracia, y bastante poco inteligentes. Y se hacía acompañar por ellas a absolutamente todos aquellos sitios a los que, invitado como primera autoridad municipal, tenía que acudir.

-¿Ha llegado ya D. Gil?

-Sí, ya ha llegado D. Gil y, como siempre, viene acompañado de sus pollas.

Mientras D. Gil se encargaba de atender las numerosas conversaciones que su cargo de alcalde comportaban, sus pollitas iban a ocupar algún asiento que descubrieran desocupado, a esperar a que algún pollo (o jovencito) se les acercase, cosa que nunca sucedía. La situación, una y otra vez repetida, dio lugar a la asociación mental de tonto o tonta con D. Gil y sus pollas.

¿Cómo describir esa circunstancia tan compleja de estupidez? Los imaginativos y bien humorados madrileños lo tuvieron fácil: para expresar la idea de mentecato integral e inconsciente ¡Ya está!: Gil (D.Gil)-y-pollas (las dos jovencitas hijas suyas) = gil-i-pollas. Cundió por todo Madrid, que compuso esta palabra especial, castiza, nacida en la Capital del Reino y, después exportada al resto de España, ganándose a pulso con el tiempo el derecho de entrar en la Real Academia Española.